Debo confesar algo.
Tras varios meses, que no días, sin tocar una solo tecla para contar lo que fuere, hoy he querido hacer trampas... y lo que es peor: la jugada no me ha salido bien, justo castigo.
He querido plasmar alguna cosa ingeniosa en esta casi olvidada pizarrilla, pero las musas o musos no me visitan desde hace tiempo, por lo que he optado por rebuscar entre papelotes y carpetas, deseosa de encontrar escritos inéditos y... nada de nada. Todo cuanto fue escrito, fue transmitido.
Comprobado.
Y vuelto a comprobar.
Así que mi penitencia es doble: la confesión del delito y el esfuerzo por redactar algo aun a sabiendas de la terrible ausencia de estilo y de contenido que rodearán a estas letras.
Adiós a la gloria y a la fama que ya esperaba a estas alturas.
Adiós a los fans y a las fiestas.
Adiós a los millones y a las mansiones.
Y todo por dejarme llevar por la pereza...