Selecciona idioma

lunes, 16 de mayo de 2011

Y ahora de qué hablamos...

Habían tocado todos los temas fáciles y recurrentes: el tiempo, la crisis, la juventud, que ya no es como la de antes, que sí que sí, que no que no… y los temas se agotaron antes de llegar al cuarto piso.

Incómodos, en el interior del ascensor, intentaban esquivar el silencio que se cernía ante ellos. Aún quedaban cinco pisos más por subir y nada de qué hablar… uno, dos, tres… ni aun contando los segundos se acortaba la ascensión.
Pronto se acabaría la agonía, pero también dejaría de verle durante quién sabe cuánto tiempo más. Estaba tan guapo con esa camisa… Estaba tan guapa con ese vestido…

Cuatro, cinco, seis…

—Oye, ¿has ido al concierto de Tal?
—¿De quién?
—No nada.
—No, no, dime, ¿a quién te referías?
—No, si no importa. A Tal.
—No, no los conozco

Siete, ocho, nueve…

Las miradas se buscaban y rehuían al mismo tiempo y solo habían ascendido un piso y medio. Ella se había pintado, pensó, ¿para quién?
Él llevaba aquella colonia tan irresistible, ¿por qué tenía que hacerle eso a ella?

Diez, once, doce…

El silencio era insoportable.

Se miraron a los ojos durante una décima de segundo y, de repente, sus labios se unieron como nunca dos extraños pudieran unirse.

Mientras se besaban apasionadamente, el ascensor llegó al piso señalado. Se recompusieron la ropa apresuradamente bajo la reprobadora mirada de la vecina que esperaba en la puerta, se sonrieron tímidamente y entraron en el piso que compraron al casarse.