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viernes, 15 de enero de 2010

Día de gatos

Cuando amanece un día lluvioso y desapacible se dice que se trata de un día de perros; pobres cánidos, condenados a ser asociados con algo tan ingrato. Y eso que se supone que los tratamos como al mejor amigo del hombre… pues vaya.

Supongo —realmente es un suponer, hijo de la ignorancia— que la expresión «día de perros» viene de la poca alegría que sienten los dueños de estos animales a la hora de tener que pasearlos llueva o truene, y del hecho de que los pocos paseantes en tardes lluviosas acostumbren a ser los perros y sus amos.

En fin, que mejor vayamos al grano: íbamos a hablar del día de gatos.
En esta ocasión no se trata de una expresión popular, sino de un hecho curioso: en un solo día he visto más gatos que en medio año.
Tres aquí, dos allá, uno por ese lado, dos por el otro y tres en el pueblo vecino. Y así sucesivamente hasta finalizar el día.

No era un día caluroso de invierno ni especialmente apacible, sino todo lo contrario: hacía un frío tremendo y no lucía el sol; pero ahí estaban los gatos, mostrando sus pelajes variados. Mirando, descansando, charlando o paseando.
¿Por qué tanto gato en un mismo día?
Tal vez, simplemente con su «Día de gatos» querían hacer sombra al «Día sin pantalones en el metro» que se estaba celebrando en varias ciudades europeas; y es que ya se sabe que así son los felinos, impredecibles y sorprendentes.