Nunca antes había consumido vídeos musicales. Esas pequeñas obras de arte, anuncios llamativos con los que aderezar melodías, con mejor o peor destreza.
Los hay con sentido del humor, o en los que lo único remarcable precisamente es el humor.
Los hay preciosos, precisos, horteras, cursis o cárnicos. Sí, estos últimos son los que más me han llamado la atención: vídeos musicales en los que se luce una cantante de piel tersa, bajo un minúsculo bikini brillante. Siempre son iguales: jamona de melena al viento, boca gritona y cuerpo escultural, rodeada por hombres también esculturales, que sucumben a los encantos de tamaña diosa de la fertilidad (nota: a veces en lugar del séquito de hombres, puede darse la circunstancia de que a la diva la rodeen otras bellas mujeres, pero nunca, nunca, de una belleza igualable a la de ELLA, por supuesto). La melodía que sale de la garganta divina tampoco difiere de sus hermanas. He aquí el cóctel perfecto para ser servido a los consumidores. Bon appetit.