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jueves, 22 de noviembre de 2012

Tomando las aguas

Existe un grupo de escritores que se inspira en su bañera. Es un buen lugar como cualquier otro, pero es de suponer que la imaginación vuela más fácilmente entre pompas de jabón y sales de baño, o al menos el espíritu suspira de gusto, y eso siempre es de gran ayuda.

No obstante, si tengo que reconocerlo, la bañera en sí se me antoja incómoda por la dura porcelana y por no tener dónde apoyar la cabeza sin remojar mi larga cabellera plagada de rizos ingobernables —y quien me conozca, sabrá que ello es un auténtico problema para mí—; además, está el tema de la longitud... seguro que existen bañeras que permitan estirarse a gusto, pero la mía no, vaya por Dios.

En fin, que tendré que buscar inspiración en otro lado. No podré formar parte del grupo de privilegiados que se ven rodeados de bellos nenúfares ni de estrellas marinas o caballitos de mar sonrientes; pero pensándolo bien, tampoco seré de las personas que se encuentran acorraladas por hambrientos caimanes ni me pincharé con erizos de mar, así que tampoco es para tanto. Por lo único que me sabe mal es por las ballenas, me hubiera gustado tanto ver una en mi bañera...

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